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Pages 171 Page size 600 x 380 pts Year 2008
Lee Strobel investiga con la tenacidad de un sabueso la evidencia de la verdad bíblica del cristianismo. Creyentes y agnósticos por igual aprenderán con rapidez de este libro. DR. BRUCE M. METlGER, PROFESOR EMÉRITO DE NUEVO TESTAMENTO SEMINARIO TEOLÓGICO PRINCETON
Lee Strobel hace las preguntas con la agudeza que lo haría un escéptico. Su libro es tan bueno que se lo leía a mi esposa después de la cena. Cada investigador lo haría. PHILLIP E. JOHNSON, PROFESOR DE LEYES UNIVERSIDAD DE CALIFORNIA EN BERKELEY
Absolutamente fascinante. En verdad, es un libro único que recomiendo de todo coraz6n. RAVI ZACHARIAS MINISTERIOS RAVI ZACHARIAS
Nadie puede separar la ficción de la realidad como un experimentado periodista de investigación, ni defender un caso como alguien capacitado en la Facultad de Leyes de la Universidad Yale. Lee Strobel presenta ambas cualidades en este extraordinario libro. Además de su tremendo testimonio de ateo convertido al cristianismo, el autor pone en orden las declaraciones juradas irrefutables de los testigos, a fin de construir un caso de Cristo a prueba de balas. Estoy de acuerdo en que El Caso de Cristo crea un nuevo estándar entre otras obras existente de apologética. DR. JAMES KENNEDY, PASTOR PRINCIPAL DE LA IGLESIA PRESBITERIANA CORAL RIDGE
Este libro se convertirá en un clásico. BILL HYBEL'i, PASTOR PRINCIPAL WILLOW CREEKCOMMUNITY CHURCH
Me encantó formar parte de El Caso de Cristo. Es uno de los libros más comprensibles de evidencias cristianas en el mercado y creo que tendrá un gran impacto. Cualquier persona que esté interesada en la base histórica del cristianismo debe leerlo. J. P. MORELAND, PROFESOR DE FILOS.OFIA, ESCUELA DE TEOLOGfA TALBOT, UNIVERSIDAD BIOLA, LA MIRADA, CALIFORNIA
Educado en leyes y periodismo, Lee Strobel entrevistó a trece eruditos y autoridades haciéndoles las preguntas más difíciles acerca de Jesús de Nazaret, y el historial bíblico de su vida. Lee llega a la conclusión de que se necesitaría más fe para seguir siendo ateo, que para confiar en Jesús. Creo que Lee está en lo cierto. El Caso de Cristo presenta abrumadora evidencia histórica de que Jesús es el que dijo ser. DR. LUIS PALAU
Un caso convincente, una buena lectura. PETER KREEFT, PRODESOR DE FILOSOFfA, UNIVERSIDAD DE BOSTON
El brillante periodismo y lleno de hechos de Lee Strobe! reúne la arrolladora evidencia de las alegaciones de Cristo. Este libro es un requisito para cada cristiano y biblioteca, que debe brindársele a otros. DR. BILL BRIGHT, PRESIDENTE y FUNDADOR, CRUZADA ESTUDIANTIL INTERNACIONAL PARA CRISTO
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CAS0 .dE
Como poca gente en nuestra generación, Lee Strobe! comprende la mentalidad de! escepticismo moderno. Más que de apologética, esta obra maestra responde a las preguntas que son la base de las alegaciones de Cristo. Es fascinante al igual que convincente. DR. ROBERT E. COLEMAN, DIRECTOR DE LA ESCUELA DE MISIONES MUNDIALES y EVANGEUZACIÓN; DIRECTOR DEL INSTITUTO DE EVANGEUZACIÓN BILLY GRAHAM
Lee Strobel escribió un libro que sin duda se convertirá en el más leído de apologética actual. Lee utiliza su antecedente de leyes y periodismo para narrar su discusión con más de una docena de eruditos reconocidos como autoridades evangélicas. Strobel, quien fuera ateo, ahora sabe cómo hacer las preguntas adecuadas. En verdad, la evidencia en El Caso de Cristo es convincente. DR. THOM S. RAINER,
DECANO DE LA ESCUELA DE MISIONES, EVANGELIZACiÓN E IGLECRECIMIENTO BILLY GRAHAM SEMINARIO TEOLÓGICO BAUTISTA DELSUR, LoUISVILLE, KENTUCKY
Los escritos de Lee Strobel siempre son creativos, cautivantes y convincentes. Esta vez pude ver de primera mano parte de su trabajo mientras creaba un libro que es persuasivo sin ser manipulador, estimulante sin ser pesado, y fascinante sin ser ligero. Puedo recomendarle entusiástieamente que lea este eminente libro. DR. GARY COLLlNS, ASOCIACiÓN ESTADOUNIDENSE DE CONSEJEROS CRISTIANOS
UNA INVESTIGACIÓN EXHAUSTIVA
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CAS0 .dE UNA INVESTIGACIÓN EXHAUSTIVA
LEE 8r~0BEL
DEDICADOS A LA ExCELBNCIA
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La misiénde EDITORIAL VIDA es proporcionar los recursos necesarios a fin de alcanzar a las personas para Jesucristo y ayudarlas a crecer en su fe.
Introduccíón: Se reabre la investigación de toda una vida
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Primera parte: El examen del expediente
ex libris eltropical © 2000 EDITORIAL VIDA Miami, Florida 33166-4665
1. La prueba ocular ¿ Son dignas de confianza las biografías de Jesús? with Dr. Craig Blomberg
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2. La evaluación de la prueba ocular
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¿Soportan un examen minucioso las biografías de Jesús? Con el Dr. Craig Blomberg
3. La prueba documental ¿Se preservaronfidedignamente las biografías de Jesús? Con el Dr. Bruce Metzger
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4. La evidencia corroborativa ¿Hay alguna evidencia creíble a favor de Jesúsfuera de sus biografías? Con el Dr. Edwin Yamauchi
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Diseño de cubierta: Osvaldo González
5. La evidencia científica ¿La arqueología confirma o rebate las biografías de Jesús? Con el Dr. John McRay
Reservados todos los derechos. A menos que se indique Jo contrario, todos Jos pasajes bíblicos se tomaron de la Santa Biblia Nueva Versi6nInternacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.
6. La prueba refutatoria ¿Es el Jesús histórico el mismo que el Jesús de lafe? Con el Dr. Gregory Boyd
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Publicado en inglés bajo el título: The Casefor Christ por Zondervan Publishing House © 1998 por Lee Strobel Traducción: Lotena Loguzzo Edición: Dámaris Rodrtguez
ISBN 0-8297-2192-4 Categoría: Apologética Impreso en Estados Unidos de América Printed in the United States of America 0809 lO .:. 17 16 15
Segunda parte: El análisis de Jesús 7. La prueba de la identidad 151 ¿Estaba realmente convencido Jesús de que él era el Hijo de Dios? Con el Dr. Ben Witherington III
8. La prueba sicológica ¿Estaba loco Jesús cuando decia ser el Hijo de Dios? Con el Dr. Cary Collins
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9. La prueba del perfil ¿PoseCa Jesús los atributos de Dios? Con el Dr. D.A. Carson
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10. La prueba dactilar ¿Responde Jesús y solo Jesús a la identidad del Mes(as? Con Dr. Louis Lapides
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ENTOS
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Tercera parte: La investigación de la resurrección 11. La prueba médica 221 ¿ Fue la muerte de Jesús un teatro y su resurrecci6n un engaño? Con el Dr. Alexander Metherell 12. La prueba del cuerpo desaparecido ¿Estaba Jesús en verdad ausente de su tumba? Con el Dr. William Lane Craig
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13. La prueba de las apariciones ¿Se vio a Jesús vivo después de su muerte en la cruz? Con el Dr. Cary Habermas
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14. La prueba circunstancial ¿Hay otros hechos que respalden la resurreccián? Con el Dr. J.P. Moreland
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Conclusi6n: El veredicto de la Historia ¿Qué establece la evidencia y qué significa hoy en dta?
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Citas Notas
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stoy profundamente agradecido por las reflexiones y contri bu. ciones que distintas personas hicieron para este libro. En particular, estoy en deuda con Bill Hybels, quien me permitió presentar una serie de exposiciones sobre este tema en Willow Creek Community Church; con mi esposa, Leslie, quien tuvo la idea de volcar ese concepto en un libro; y con mi editor, John Sloan, cuyo influjo creativo realmente amplió el proyecto. Asimismo estoy agradecido a Mark Mittelberg y Carry Poole por su continuo aliento y ayuda; a Chad Meister y Bob y Gretchen Passantino por su investigación y sus ideas; a Russ Robinson por su perspectiva jurídica; a mi asistente, Jodi Walle, por su ayuda invalorable; a mi hija, Alisan y a mi hijo, Kyle, por sus contribuciones entre bastidores. Finalmente quiero agradecer a los eruditos que me permitieron entrevistarlos para este libro. Una y otra vez quedé impresionado no solo por su conocimiento y sabiduría, sino por su fe humilde y sincera, al igual que por su deseo de ayudar a los indagadores espirituales a investigar los alegatos ultrajantes sobre Jesús.
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INTR e toda una vida
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n la jerga de los fiscales, el caso por intento de homicidio contra James Dixon era «un ganador seguro». Caso cerrado. Incluso un examen somero de la evidencia era suficiente para establecer que Dixon le había disparado al sargento Richard Scanlon en el abdomen durante una revuelta en la zona sur de Chicago. Una pieza tras otra, un elemento tras otro, un testigo tras otro, la evidencia le ponía la soga al cuello a Dixon. Había huellas dactilares y un arma, testigos y un motivo, un policía herido y un acusado con un historial de violencia. El sistema de justicia penal estaba en posíci6n para accionar la palanca del patíbulo que dejaría a Dixon colgado por el peso de su culpa. Los hechos eran sencillos. El sargento Scanlon se había apresurado a llegar a la calle 108 Place del oeste luego de que un vecino llamara a la policía para denunciar a un hombre con una pistola. Al llegar Scanlon encontr6 a Dixon discutiendo acaloradamente con su novia, quien se hallaba tras la puerta de su casa. El padre salio cuando vio a Scanlon, pensando que estaría seguro. De pronto Dixon y el padre comenzaron a pelear. El sargento intervino rápidamente en un intento por separarlos. Se escuch6 un disparo; Scanlon se apart6 tambaleándose con una herida en la secci6n media. En ese momento llegaron dos patrullas más que frenaron estrepitosamente, y los oficiales corrieron a sujetar a Dixon. Encontraron cerca de allí un revólver calibre veintidós perteneciente a Dixon (con sus huellas digitales, con el cual se había hecho un disparo), en el lugar donde aparentemente lo había arrojado después del tiroteo. El padre había estado desarmado; el revólver de Scanlon permanecía en su cartuchera. Las quemaduras de pólvora en la piel de Scanlon indicaban que se le había disparado a muy corta distancia. Afortunadamente, la herida no era de muerte aunque resulto lo suficientemente seria como para hacerle ganar una medalla al valor, que le coloc6 en el pecho el propio superintendente de policía. En cuanto a Dixon, cuando la policía investig6 sus antecedentes penales, 11
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descubrió que había sido condenado por haberle disparado a otra persona. Aparentemente tenía propensión a la violencia. Allí me encontraba casi un año después, tomando notas en un juzgado de Chicago casi desierto mientras Dixon confesaba públicamente que sí era culpable de disparar contra ese veterano de quince años en la policía. Además de todas las otras pruebas, la confesión lo confirmó. El juez del tribunal penal Frank Machala sentenció a Dixon a prisión y luego golpeó con el martillo para indicar que el caso estaba cerrado. Se había hecho justicia. Guardé mi libreta de notas en el bolsillo de mi chaqueta deportiva y bajé hasta la sala de prensa. Como mucho, mi editor me daría unos tres párrafos para relatar la noticia en la siguiente edición del Chicago Tribune. Por cierto, era todo lo esto merecía. No había mucho que decir. Al menos pensé eso.
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-¡Imposible! -exclamé. -Mira tú las pruebas -fue su respuesta-o Mira hacia dónde apunta realmente. Colgué el teléfono y subí corriendo a la oficina del fiscal, haciendo una pausa breve para recobrar el aliento antes de entrar. - ¿Conoce el caso Dixon? -pregunté como al pasar, para no dar a conocer mi juego tan pronto-. Si no le es molestia, quisiera repasar los detalles una vez más. Se puso pálido. -Eh, no puedo hablar sobre eso -tartamudeó-. Sin comentarios. Resultó ser que mi informante ya había comunicado sus sospechas a la oficina del fiscal. Detrás de escena, se había convocado a un jurado de acusación para reconsiderar la evidencia. Sorprendente e inesperadamente, se reabría el que fuera el caso una vez cerrado contra James Dixon.
EL SUSURRO DE UN INFORMANTE
Al contestar el teléfono en la sala de prensa reconocí aquella voz de inmediato: era un informante con el que me había relacionado el año que estuve cubriendo el edificio del tribunal penal. Me di cuenta de que tenía algo peligroso para mí porque cuanto más grande era el soplo, más rápido y más bajo hablaba; y estaba susurrando a una milla por minuto. -Lee, ¿conoces el caso Dixon? -me preguntó. -Sí, seguro -le respondí-o Lo cubrí dos días atrás. Cosa de rutina. -No estés tan seguro. Se dice que unas semanas antes del tiroteo, el Sargento Scanlon estuvo en una fiesta, haciendo alarde de su revólver pluma. -¿Su qué? -Un revólver pluma. Es una pistola calibre veintidós diseñada para que parezca una pluma de fuente. Portarlas es ilegal para cualquiera, incluso para un policía. Al decirle que no veía qué importancia tenía, su voz se volvió más animada aún. -Es así: Dixon no le disparo a Scanlon. Il resulté herido cuando su propio revólver pluma se disparó accidentalmente en el bolsillo de su camisa. Incriminó a Dixon para no meterse en problemas por portar un arma no autorizada. ¿No te das cuenta? Dixon es inocente.
NUEVOS HECHOS PARA UNA NUEVA TEORÍA
Al mismo tiempo, comencé mi' propia investigación, estudiando la escena del crimen, entrevistando a los testigos, hablando con Dixon y examinando las pruebas físicas. Al evaluar el caso detenidamente, sucedió algo extraño: todos los nuevos hechos que descubría (incluso la antigua evidencia que antes apuntaba en forma contundente a la culpabilidad de Dixon) se ajustaban cómodamente a la teoría del revólver pluma. • Los testigos dijeron que antes de que Scanlon llegara a la escena, Dixon había estado golpeando la puerta de la casa de su novia con el revólver. El revólver se disparó hacia abajo; en el cemento del portal había una astilladura que respondía a un impacto de bala. Esto daría cuenta de la bala que faltaba en el revólver de Dixon. • Dixon dijo que no quería que lo atraparan con un revólver en su poder así que lo escondió en unas hierbas de la acera de enfrene antes de que llegara la policía. Encontré un testigo que lo corroboró. Esto explicaría porqué se encontró el revólver cerca de la escena del tiroteo aunque nadie había visto a Dixon arrojarlo.
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• Había quemaduras de pólvora concentradas adentro (pero no encima) del bolsillo izquierdo de la camisa de Scanlon. El orificio de la bala estaba en el fondo del bolsillo. Conclusión: de alguna manera, se había disparado un arma en el interior del bolsillo. • Contrariamente a las declaraciones del informe de la policía, la trayectoria de la bala había sido en un ángulo descendente. Debajo del bolsillo de la camisa de Scanlon había una rasgadura ensangrentada por donde la bala había salido después de pasar por algo de carne. • Los antecedentes penales de Dixon no contaban toda su historia. Aunque había pasado tres años en prisión por un tiroteo anterior, la corte de apelaciones lo liberó después de dictaminar que había sido encarcelado injustamente. Resultó ser que la policía había ocultado a un testigo clave para la defensa y que un testigo de la fiscalía había mentido. Ese era el historial de tendencias violentas de Dixon.
incumplimiento de deberes oficiales y fue despedido del departamento. En cuanto a mí, mis notas salieron en primera plana. Y lo que es más importante, aprendí grandes lecciones en mis días de periodista joven. Una de las lecciones más claras fue que la evidencia puede alinearse para apuntar hacia distintas direcciones. Por ejemplo, fácilmente había suficientes pruebas para condenar a Dixon por dispararle al sargento. Pero las preguntas claves eran las siguientes: ¿La recopilación de pruebas había sido exhaustiva? ¿Qué explicación se ajusta mejor a la totalidad de los hechos? Una vez que se presentó la teoría del revólver pluma, resultó claro que ese argumento daba razón de todo el cuerpo de evidencia de manera óptima. y hubo otra lección. Una razón por la que la evidencia al principio me pareció tan convincente fue porque se ajustaba a mis ideas preconcebidas de ese entonces. Para mí, Dixon era evidentemente un camorrista, un fracaso, el producto desempleado de un hogar roto. Los policías eran los buenos. Los fiscales no se equivocaban. Al mirar a través de esos cristales, toda la evidencia original parecía caer en su justo lugar. Donde había inconsecuencia o lagunas, yo, ingenuamente, las encubría. Cuando la policía me dijo que el caso estaba cerrado, les tomé la palabra y no seguí con la indagación. Pero cuando cambié los cristales (cambiando mis prejuicios por un intento de objetividad) vi el caso bajo una nueva luz. Finalmente dejé que la evidencia me guiara a la verdad, sin importar si coincidía o no con mis presuposiciones. Esto ocurrió veinte años atrás. Mis mayores lecciones estaban todavía por llegar.
SE LIBERA A UN HOMBRE INOCENTE Finalmente le hice la pregunta crucial a Dixon: -Si era inocente, ¿por qué se declaró culpable? Dixon suspiró. -Fue un convenio de alegación de culpabilidad -explicó, refiriéndose a la práctica de los fiscales de recomendar una sentencia reducida si el acusado se declara culpable y de ese modo le ahorra a todos el tiempo y el costo de un juicio. -Dijeron que si me declaraba culpable, me sentenciarían a un año en prisión. Ya había estado trescientos sesenta y dos días en la cárcel a la espera de mi juicio. Solo tenía que admitir que lo había hecho y saldría en unos días. Pero si insistía en ir a juicio y el jurado me declaraba culpable... me tirarían con todo el peso de la ley. Me darían veinte años por dispararle a un policía. No valía la pena arriesgarme. Solo quería regresar a casa... -Entonces, admitiste haber hecho algo que no hiciste -le dije. Dixon asintió. -Exacto. Finalmente Dixon fue exonerado y después ganó un proceso contra el departamento de policía. Le quitaron la medalla a Scanlon, fue acusado por un jurado de acusación, declarado culpable de
DE DIXONA JESÚS Conté este caso poco común porque de cierta forma mi peregrinaje espiritual fue muy parecido a mi experiencia con James Dixon. Por mucho tiempo fui un escéptico. En verdad, me consideraba ateo. Para mí, había demasiada evidencia de que Dios era simplemente un producto de la fantasía, de la mitología antigua, de la superstición primitiva. ¿Cómo podría existir un Dios amoroso si condenaba a la gente al infierno solo por no creer en él? ¿Cómo pueden los milagros transgredir las leyes básicas de la naturaleza? ¿Acaso la evolución no explicó satisfactoriamente el origen de la
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vida? ¿Acaso la razón científica no erradica la creencia en lo sobrenatural? Yen cuanto a Jesús, ¿acaso no sabías que él nunca dijo ser Dios? Fue un revolucionario, un sabio, un judío iconoclasta; pero ¿Dios? No, [eso nunca se le había ocurrido! Pudiera indicarte numerosos profesores universitarios que dijeron eso; y de seguro son dignos de confianza, ¿no es así? Reconozcámoslo: hasta una inspección somera de la evidencia demuestra en forma convincente que Jesús solo fue un ser humano como tú y como yo, aunque con dones inusuales de bondad y sabiduría. Pero eso era todo lo que yo había hecho con la evidencia: una inspección somera. Había leído lo suficiente sobre filosofía e historia como para encontrar fundamento para mi escepticismo; un hecho por aquí, una teoría científica por allá, una cita concisa, un argumento ingenioso. Seguro, podía ver algunos baches e inconsecuencias, pero tenía una fuerte motivación para ignorarlas: un estilo de vida egoísta e inmoral que me vería obligado a abandonar si alguna vez decidiera cambiar mi punto de vista y convertirme en un seguidor de Jesús. Con respecto a mí, el caso estaba cerrado. Para mí había suficientes pruebas como para quedarme tranquilo con la conclusión de que la divinidad de Jesús no era más que la invención fantasiosa de gente supersticiosa. O creí eso.
za personal. Finalmente quise llegar al fondo de lo que estaba generando estos cambios sutiles pero significativos en las actitudes de mi esposa, por lo que inicié una investigación exhaustiva de los hechos entorno al caso a favor del cristianismo. Dejando de lado mi egoísmo y mis prejuicios lo mejor que pude, leí libros, entrevisté expertos, hice preguntas, analicé la historia, exploré la arqueología, estudié literatura antigua y por primera vez en mi vida desmenucé la Biblia versículo por versículo. Me lancé al caso con más vigor que el de cualquier otra noticia que jamás había perseguido. Apliqué el entrenamiento que recibí en la Facultad de Derecho de Yaleal igual que mi experiencia como editor en asuntos legales para el Chicago Tribune. Con el paso del tiempo, la evidencia del mundo (de la historia, la ciencia, la filosofía, la sicología) comenzaron a apuntar hacia lo impensable. Era como volver al caso Dixon.
RESPUESTAS PARA UN ATEO
No fue el llamado de un informante lo que me llevó a reexaminar el caso Cristo. Fue mi esposa. Leslie me dejó aturdido en el otoño de 1979 al anunciarme que se había convertido en cristiana. Apreté los ojos y me preparé para . lo peor, sintiéndome como la víctima de un engafio de cambio de carnada. Me había casado con una Leslie; la Leslie divertida, la Leslie despreocupada, la Leslie arriesgada, y ahora temía que se convirtiera en una especie de puritana sexualmente reprimida que cambiaría nuestro estilo de vida ascendentemente versátil por vigilias de oraci6n y trabajo voluntario en mugrientos comedores de beneficencIa. En lugar de eso, me sorprendí gratamente; incluso fascinado, por los cambios fundamentales en su carácter, su integridad y su confian-
JUZGA POR TI MISMO
Quizás tú también hayas basado tu perspectiva espiritual en la evidencia que has observado a tu alrededor o que has extraído de libros tiempo atrás, profesores universitarios, parientes o amigos. Pero ¿acaso es realmente tu conclusión la mejor explicación de los hechos? Si tuvieras que excavar más profundo; enfrentar tus pre conceptos y desenterrar las pruebas sistemáticamente, ¿qué encontrarías? De eso se trata este libro. En realidad, voya regresar y a ampliar el viaje espiritual que realicé durante casi dos años, Te llevaré conmigo mientras entrevisto a trece eruditos y expertos con credenciales académicas impecables. He cruzado el país, de Minnesota a Georgia, de Virginia a California, para obtener sus opiniones expertas, desafiarlos con las objeciones de mis tiempos de escepticismo, forzarlos a defender su posición con datos sólidos y argumentos convincentes, y probarlos precisamente con las mismas preguntas que tú les harías si tuvieras la oportunidad. En esta búsqueda de la verdad utilicé mi experiencia como periodista en asuntos legales para considerar varios tipos de prueba: la prueba ocular, la prueba documental, la prueba corroborativa, la prueba refutatoria, la prueba científica, la prueba sicológica, la
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prueba circunstancial y sí, hasta la prueba dactilar (¿no suena intrigante esta última?). Estas son las mismas clasificaciones que encuentras en una corte. Y quizá adoptar la perspectiva legal es la mejor manera para imaginar este proceso; contigo en el papel de jurado. Si fueras seleccionado para el jurado de un juicio real, se te pediría que asegures delante de todos que no te has hecho preconceptos sobre el caso. Se te exigiría que juraras que mantendrás una perspectiva amplia, serás justo y que derivarás tus conclusiones del peso de los hechos y no de tus caprichos o prejuicios. Serías instado a que consideres minuciosamente la credibilidad de los testigos, que examines el testimonio cuidadosamente, y que sometas rigurosamente la evidencia a tu lógica y sentido común. Te pido que hagas lo mismo al leer este libro. Al fin y al cabo la responsabilidad de los jurados es llegar a un veredicto. Eso no significa que tienen el cien por ciento de certeza, porque no podemos tener una prueba absoluta de nada en esta vida. En un juicio, se le pide a los jurados que consideren la evidencia y que lleguen a la mejor conclusión posible. Es decir, volviendo al caso James Dixon, ¿qué argumento se ajusta mejor a los hechos? Esa es tu tarea. Espero que la tomes en serio porque quizá esté en juego mucho más que vana curiosidad. Si se le ha de creer a Jesús (y sé que quizá para ti este sea un si condicional muy grande en este momento), no hay nada más importante que la forma en la que respondes ante él. ¿Quién es él en verdad? ¿Quién decía ser? Y ¿hay alguna evidencia creíble para sustentar sus afirmaciones? Eso es lo que buscamos determinar al abordar un vuelo a Denver para realizar nuestra primera entrevista.
PRIMERA El examen del
TE
LA PRUEBA OCULAR ¿Son dignas de confianza las biografías de Jesús?
C
uando conocí a Leo Carter, tímido y de voz suave, era un veterano de diecisiete años del peor barrio de Chicago. Su testimonio había puesto a tres asesinos tras las rejas. Y todavía tenía una bala calibre treinta y ocho en el cráneo, un espantoso recuerdo de una terrible historia que comenzó cuando vio a Elijah Baptist matar a tiros a un empleado de una tienda local de víveres. Leo y un amigo, Leslie Scott, estaban jugando al baloncesto cuando vieron a Elijah, en ese entonces un delincuente de dieciséis años con treinta arrestos en su historial, asesinando a Sam Blue fuera de su tienda. Leo conocía al dueño de la tienda desde niño. -Cuando no teníamos nada que comer, él nos daba algo -me contó Leo calladamente-. Así que cuando fui al hospital y me dijeron que estaba muerto, supe que tenía que declarar sobre lo que había visto. El testimonio de testigos oculares es poderoso. Uno de los momentos más dramáticos en un juicio oral es cuando un testigo describe en detalle el delito que vio y luego señala con confianza al acusado como su perpetrador. Elijah Baptist sabía que la única forma de no ir a prisión era de impedir de alguna manera que Leo Carter y Leslie Scott hicieran precisamente eso. Así que Elijah y dos de sus compañeros salieron de cacería. Pronto rastrearon a Leo y Leslie, quienes estaban caminando por la calle con Henry, el hermano de Leo, y los arrastraron a punta de pistola hacia un puerto de carga cercano y oscuro. -Me caes bien -le dijo el primo de Elijah a Leo-, pero tengo que hacerlo. y luego puso la pistola contra la nariz de Leo y haló el gatillo. 21
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La pistola detonó; la bala penetró en ligero ángulo, cegó el ojo derecho de Leo y quedó alojada en su cabeza. Cuando se desplomó al piso, se disparó otro tiro y esa bala quedó a cinco centímetros de su columna vertebral. Desde su posición tendido por el suelo, simulando estar muerto, Leo vio a su hermano sollozante y a su amigo ejecutados sin piedad a quemarropa. Cuando Elijah y su pandilla huyeron, Leo se arrastró a un lugar seguro. De alguna manera, contra todo presagio, Leo sobrevivió. La bala, demasiado comprometida para poder quitarla, permaneció en su cráneo. A pesar de fuertes jaquecas que los medicamentos potentes no podían aplacar, se convirtió en el único testigo ocular contra Elijah Baptist en el juicio por el asesinato de Sam Blue. Los jurados le creyeron a Leo y Elijah fue sentenciado a ochenta años en la cárcel. Nuevamente Leo fue el único testigo que declaró contra Elijah y sus dos acompañantes en los asesinatos de su hermano y su amigo. Y una vez más, su palabra sirvió para mandar al trío a la cárcel por el resto de sus vidas. Leo Carter es uno de mis héroes. Logró que se hiciera justicia, aunque pagó un precio muy alto. Cuando pienso en el testimonio de testigos oculares, aún hoy, más de veinte años después, su cara todavía vuelve a mi mente.' TESTIMONIO DE TIEMPOS LEJANOS Sí, el testimonio de un testigo ocular puede ser convincente. Cuando un testigo ha tenido amplia oportunidad para observar un delito, cuando no hay parcialidad o motivos ulteriores, cuando el testigo es veraz y justo, el acto crucial de señalar al acusado en el tribunal puede ser suficiente para condenar a esa persona a la cárcelo algo peor. y el testimonio de un testigo ocular es también crucial en la investigación de asuntos históricos; incluso el tema si Jesucristo es o no el único Hijo de Dios. Pero ¿con qué relatos de testigos oculares contamos? ¿Contamos con el testimonio de alguien que haya interactuado personalmente con Jesús, que haya escuchado sus enseñanzas, que haya visto sus milagros, que haya sido testigo de su muerte y que quizás hasta se haya encontrado con él después de su supuesta
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resurrección? ¿Contamos con algún material de «periodistas» del siglo 1 que entrevistaron a testigos oculares, hicieron preguntas difíciles, y registraron fielmente lo que determinaron meticulosamente ser cierto? De la misma importancia es ¿cómo soportarían estos relatos el escrutinio de los escépticos? Yo sabía que de la misma forma que el testimonio de Leo Cartel' dictaminó la condena de tres asesinos brutales, los relatos de testigos oculares desde las sombras de tiempos lejanos podrían ayudar a resolver el tema espiritual más importante de todos. Para conseguir respuestas sólidas, hice los arreglos para entrevistar al nacionalmente famoso erudito que literalmente escribió el libro sobre la materia: el Dr. Craig Blomberg, autor de The Historical Reliability 01the Gospels [La confiabilidad histórica de los Evangelios]. Sabía que el Dr. Blomberg era inteligente; Por cierto que hasta su apariencia coincidía con el estereotipo. Alto (un metro noventa centímetros) y espigado, pelo castaño corto y ondulado, peinado hacia adelante sin ceremonias, barba poblada, espejuelos gruesos sin marco, parecía ser del tipo que se gradúa con los máximos honores de la escuela secundaria (sí lo era), un erudito emérito en el ámbito nacional (sí lo era), un graduado con magna cum laude [máximos honores] de un prestigioso seminario (sí lo era, de Trinity Evangelical Divinity School). Pero yo quería alguien que fuera más que inteligente o educado. Estaba buscando un experto que no disimulara matices o que despreocupadamente desechara objeciones a los documentos del cristianismo. Quería alguien con integridad, alguien que ha luchado con las críticas más potentes contra la fe y que habla con autoridad pero sin ese tipo de declaraciones generalizadas que encubren en vez de tratar con problemas decisivos. Me dijeron que Blomberg era exactamente lo que estaba buscando y volé a Denver preguntándome si él cumpliría las expectativas. Debo admitir que tenía ciertas dudas, en especial cuando mi investigación reveló un hecho profundamente perturbador que es probable que él hubiera preferido que permaneciera oculto: Blomberg aún tiene esperanzas de que sus amados héroes de la niñez, los Chicago Cubs, ganarán la Serie Mundial antes de que él muera.
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Sinceramente, eso era suficiente como para hacerme sospechar de su discernimiento. LA PRIMERA ENTREVISTA: DR. CRAIG L. BLOMBERG
Craig Blomberg se considera ampliamente uno de los principales expertos en el ámbito nacional en cuanto a las biografías de Jesús, conocidas como los cuatro Evangelios. Recibió su doctorado en el Nuevo Testamento de Aberdeen University en Escocia, más tarde se desempeñó como catedrático investigador principal en Tyndale House en Cambrigde University, Inglaterra, donde formó parte de un grupo élite de eruditos internacionales que produjo una serie de trabajos elogiados sobre Jesús. Durante más de diez años se ha desempeñado como profesor de Nuevo Testamento en el respetado Denver Serninary, Los libros de Blomberg son, entre otros, ]esus and the Cospels [Jesús y los Evangelios]; Interpreting the Parables [Interpretación de las parábolas]; How Wide the Divide? [¿Cuán grande es la brecha?]; y comentarios del Evangelio de Mateo y 1 Corintios. También ayudó a editar el volumen seis de Cospel Perspectives [Perspectivas del Evangelio], que trata exhaustivamente los milagros de Jesús, y fue el coautor de Introduction to Biblical Ituerpretatioti [Introducción a la Interpretación Bíblica]. Contribuyó con capítulos sobre el valor histórico de los Evangelios para el libro Reasonable Faith [Fe Razonable] y el premiado [esus under Fire [Jesús bajo Fuego]. Es miembro de Society for the Study of the New Testament [Sociedad para el Estudio del Nuevo Testamento], Society of Biblical Literature [Sociedad de Literatura Bíblica] y de Institute for Biblical Research [Instituto de Investigación Bíblica], entre otros. Tal como lo esperaba, su oficina tenía más que su medida de volúmenes de estudio apretados en los libreros (incluso tenía puesta una corbata ornamentada con dibujos de libros). Sin embargo, noté enseguida que las paredes de su oficina estaban dominadas no por tomos empolvados de historiadores antiguos sino por trabajos de arte de sus hijas pequeñas. Sus representaciones llenas de colorido y caprichosas de llamas, casas y flores no estaban colgadas con tachuelas al azar como una ocurrencia nueva casual; evidentemente se habían tratado como premios: montadas con esmero, enmarcadas con cuidado y firmadas
personalmente por las propias Elizabeth y Hachel. Está claro, me dije, este hombre tiene cerebro, pero también tiene corazón. Blomberg habla con la precisión de un matemático (sí, también enseñó matemáticas al principio de su carrera), midiendo cuidadosamente cada palabra muestra de una evidente renuencia a dar un paso ni un milímetro más allá de lo que garantiza la evidencia. Justo lo que estaba buscando. Mientras se acomodaba en un sillón, taza de café en mano, yo también bebí un poco de café para alejar un poco el frío de Colorado. Como percibí que Blomberg era un tipo de los que van al grano, decidí comenzar la entrevista yendo directo al grano. TESTIGOS OCULARES DE LA HISTORIA
-Dígame -le dije con un tono de desafío en la voz-e--, ¿es posible ser una persona inteligente con sentido crítico y aún creer que los cuatro Evangelios fueron escritos por las personas cuyos nombres les han atribuido? Blomberg apoyó su tasa en el borde del escritorio y me miró resueltamente. -La respuesta es sí -respondió con convicción. Se reclinó y continu6-. Es importante reconocer que en sentido estricto los Evangelios son anónimos. Pero el testimonio uniforme de la iglesia primitiva era que Mateo, conocido también como Leví, el recaudador de impuestos y uno de los tres discípulos fue el autor del primer Evangelio del Nuevo Testamento; que Juan Marcos, el compañero de Pedro, fue el autor del Evangelio que llamamos Marcos; y que Lucas, conocido como el «médico amado» de Pablo, escribió ambos, el Evangelio de Lucas y Hechos de los Apóstoles. -¿Qué uniforme es la creencia de que ellos fueron los autores? -pregunté. -No se conocen competidores para estos tres Evangelios -respondió-. Parece que simplemente no estaba en tela de JUICIO.
Aun así, quise seguir probando la cuestión. -Perdone mi escepticismo -comenté-, pero ¿tendría alguien algún motivo para mentir al alegar que estas personas escribieron los Evangelios cuando en realidad no lo hicieron? Blomberg negó con la cabeza.
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EL CASO DE CRISTO
-Probablemente no. Recuerde, estos eran personajes improbables -dijo asomando una sonrisa-o Marcos y Lucas no fueron dos de los doce discípulos. Mateo sí, pero como había sido un recaudador de impuestos odiado, [pudiera haber sido el personaje más infame, junto con Judas Iscariote, quien traicionó a Jesús! »Contrástelo con lo que sucedió cuando se escribieron los fantasiosos evangelios apócrifos mucho tiempo después. La gente eligió los nombres de figuras reconocidas y ejemplares para ser sus autores ficticios: Felipe, Pedro, María, Iacobo. Esos nombres tenían más peso que los de Mateo, Marcos y Lucas. Así que para responder a su pregunta, no habría habido razón alguna para atribuirle su autoría a estas tres personas poco respetadas si no fuera cierto. Sonaba lógico pero era evidente que por conveniencia estaba dejando de lado a uno de los escritores de los Evangelios. -¿Y Juan? -pregunté-o Era una figura muy prominente; en realidad, no era simplemente uno más de los discípulos sino uno de los tres más cercanos a Jesús, junto con Pedro y Jacobo. -Sí, él es la única excepción -admitió Blomberg asintiendo con la cabeza-o Y es interesante que Juan es el único Evangelio sobre el que existen dudas acerca de su autor. -¿Qué es exactamente lo que se discute? -Sobre el nombre del autor no hay dudas; ciertamente es Juan -respondió Blomberg-. La cuestión es si fue Juan el apóstol u otro Juan. » Verá, el testimonio de un escritor cristiano llamado Papías, alrededor del año 125 d.C., hace referencia a Juan el apóstol y a Juan el anciano, y no se aclara en el contexto si está hablando de una persona desde dos perspectivas o de dos personas distintas. Pero salvo esa excepción, el resto del testimonio primitivo es unánime en cuanto a que fue Juan el apóstol, el hijo de Zebedeo, quien escribió el Evangelio. -y usted --